miércoles, 22 de diciembre de 2010

¡¡¡FELICES FIESTAS, POETAS!!!

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Quiero dejar constancia de mi agradecimiento a todas/os aquellas/os, sin excepción alguna, que a lo largo de este año han llegado hasta este blog y me han leído, pero de una forma especial a aquellas/os que además me han estimulado con sus comentarios.

Para todas/os mis más sinceros deseos de PAZ y FELICDAD para estas fiestas navideñas y que el próximo 2011 venga cargado de humanismo y razón, también de paz y prosperidad, y además que las musas os regalen sus favores para que sigáis llenando el mundo de buena poesía.


Antonio Urdiales

domingo, 12 de diciembre de 2010

Que no te impongan la ley de tu silencio






Ahora
que todavía cada aurora
pinta una luz distinta en el paisaje…
que aún distingues los aromas que perfuman las estaciones…
que las canciones toman el sol en el mirador de tu boca
y los versos aún te laten por las venas,
deberías sacarle filo al ofídico veneno de tu lengua
y levantar la voz hasta el cénit vertical de las verdades.

Ahora,
que la cordillera de tus recuerdos sólo es sombra
y no oscuridad al contraluz de tu poniente,
ahora que aún sigue siendo imprescindible
la palabra comprometida en un poema,
deberías desempolvar el grito en sepia que atesoras
y sacarle brillo a aquel “Prohibido prohibir” de las paredes
para defender a Assange y Wikileaks, sin más remilgos,
frente a aquellos que disfrazan realidades
y decapitan nuestro derecho a la información
cuando difunden sus verdades embusteras.

Ahora,
que algunos juegan a la guerra
vestidos de Armani y perfumados,
a resguardo del mordisco siniestro de las balas
mientras diseñan estadísticas y gráficas
con la sangre ajena derramada…

Ahora
que la verdad se secuestra y crucifica boca abajo
porque les deja al aire sus ridículas vergüenzas…
que la pederastia se ha instalado en los conventos
y se silencia bajo el estruendo petulante
del rojo cardenal de las sotanas…
que al mundo le esclavizan hipotecas
que engrosarán el enriquecimiento desmedido de unos pocos,
mientras que el hambre es una peste que se extiende
y cuenta ya sus muertos por millones.

Ahora, sí,
precisamente ahora, amigo poeta,
cuando tu voz se hace imprescindible,
no dejes que corrompan los principios de tu pluma
ni que ellos te impongan la ley de tu silencio.

© Antonio Urdiales ~ 09 de Diciembre 2010


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martes, 30 de noviembre de 2010

Mar adentro





Cuando el sol descienda enrojecido
y atrevido se salte el horizonte
derrotada de ausencia
regresarás hasta la arena en penumbras
que esculpió la ardiente desnudez de nuestros cuerpos
y que la espuma borró tras mi último silencio.

Cansada de soñar fuera del tiempo,
escarbarás en la brisa
por si prendido en los flecos de su aroma
trajera algún atisbo de mi esencia
y escucharás atenta el lánguido lamento de las olas
por si surfeando silencios
te llegara el canto lejano de mi abismo.

Mas, ya, nada te hablará de mí,
ni el sol, ni las gaviotas,
ni la arena de la playa, ni las olas,
ni siquiera el húmedo gemido
que lloroso susurra el acantilado
te llevará el eco mudo de mi voz rota.

Tampoco el pálpito fugaz de las estrellas
que se inventan estelas de luz
donde dejan sus huellas tus deseos
serán senderos que anunciarán mi regreso,
porque, en la soledad donde habitará mi sosiego,
no se le abren nunca caminos al regreso.

Sólo el pálido silencio de la Luna
sabrá de mi epitafio mar adentro.


© Antonio Urdiales Camacho ~ Noviembre 2010

viernes, 19 de noviembre de 2010

Era Octubre






¿Recuerdas?
                           Era Octubre...

En aquel banco del parque
distraías tu silencio
absorta en las piruetas increíbles
que dibujaban al caer
las hojas caducas de los álamos,
cuando sangrante de ocaso
agonizaba la tarde.

Aún abierto, sobre tus manos
un libro acomodaba su enjundia,
al tiempo que sus palomas mensajeras,
esperando ser despertadas,
hurtaban su mensaje mansamente adormiladas
en la dulce templanza
de los nidos de sus páginas.

El tiempo
arrastraba su tedioso latido por la esfera,
y yo, abrazado a mi soledad,
satírica sombra de mi ausencia,
abstraído en el instante,
paseaba mis guerras perdidas,
mientras que asidos al aroma dulzón
del tabaco de mi pipa,
se me iban durmiendo los sueños.

Nos miramos y
como abeja a la flor
una tímida sonrisa
vino a libar en tus labios
y sembró de perlas la brisa.


Era Octubre
                    y eras tú...
                                       ¿lo recuerdas?


© Antonio Urdiales ~ Octubre 2006

jueves, 4 de noviembre de 2010

Buenas noches, tristeza





Al caer la tarde
languidece la sonrisa de las flores.
Somnolientos los gorriones en sus nidos
ahuecan el plumaje y acallan su algarabía
mientras sueñan con eternas primaveras
o con campos de alpiste interminables.

Es esa hora transgresora,
del aroma fresco de la hierba,
que desciende del monte por el valle
y se mezcla con la brisa perfumada
por la esencia del maíz o de la alfalfa;
del trovador susurro del riachuelo
que evaporado de soles
divaga anhelando lunas
espejeando soledades de oro por el valle,
humedeciendo las ternuras de mimbrales y junqueras.

Desde la cúspide del suspiro
la luz se derrama a dos colores
sobre el tapiz de un horizonte que se esconde
dibujando sombra en los canchales
y sembrando sosiego en el alma, de tan bella.

Es la hora serena del encanto
del croar amoroso e insistente
de las ranas en las charcas
o el monótono canto de los grillos.

La hora relajada del anhelo,
de la espera taciturna de una ausencia,
del baño cotidiano de memoria
que obliga a bucear por los recuerdos
tras constatar la rutina del fracaso,
esa hora, en fin, donde al pairo de los recuerdos
se rumian callados los quebrantos
o se mascan los gritos al desgaire
porque el pulso triste del latido
tensa las cuerdas del pecho
y le arranca un suspiro al inconsciente
mientras siembra humedad en las pupilas.

Buenas noches, tristeza.


Antonio Urdiales Camacho ~ Junio 2003

viernes, 8 de octubre de 2010

Fluirá el tiempo en rápido torrente

























El polvo del camino irá difuminando mi recuerdo
y el fuego del hogar, otrora llama viva,
tímido rescoldo será de mi presencia.

Fluirá entonces el tiempo en rápido torrente,
que arrastrará imparable el eco de mi sombra,
la luz del día te traerá tonos de olvido
y por las rocas, juguetona, saltará la tarde.

Mas, en la noche, el silencio será mudo testigo
del vacío de mi hueco sobre el lecho.

Eternamente descarado,
el deseo incendiará tu memoria,
arderás sin paz en el volcán de los recuerdos
y tu piel,
apremiada por el acoso vehemente de tus dedos,
evocará las dulces caricias de mis manos,
mas sólo la almohada apagará tu gemido solitario.

Después, llegará salvadora la mañana,
que tenderá puentes entre tus abismos de nostalgia
y tras las nubes traerá el Sol hasta tu ventana.

Dorarás hábilmente de trigo tus ojeras
sembrarás los pómulos de suaves amapolas
y volverás sonriente a este lado del espejo.

Mas, de nuevo, el ocaso inquietará la tarde
e insolente llegará la noche hasta tu alma.

En la penumbra intentarás acariciar mi ausencia
y desandar el tiempo hasta encontrar mi abrazo
para borrar aquel adiós de tus palabras...

Vano intento, pues la brisa callada y cálida
silenciará en la arena del desierto tus suspiros
y disipará el espejismo atormentado de tus lágrimas.

© Antonio Urdiales ~ Marzo 2010

sábado, 25 de septiembre de 2010

Hoy, 20.000 niños morirán de hambre


















Ni tras las hojas del roble poderoso
el sol se rompe en mil pedazos…
ni la brisa retoza juguetona con el trigo
bajo la cintura entallada de la tarde…
ni dibujando contrastes tras los cerros
el ocaso incendia cárdenos suspiros…
ni vestida de novia la Luna
arrastra, coqueta, su encaje blanco
por la copa del viejo roble solitario…

Salvo el dolor
navegando océanos de recuerdos,
nunca queda nada… nada,
tras el pálido aliento de la muerte.

Y nada te quedó, poeta,
tras la niebla holgada de su ausencia.

Hoy, embriagado de horas solitarias,
en el compás que compone tu amargura,
sobre el pentagrama diáfano del tiempo,
sólo cuelga sus corcheas el silencio.

Pero ¿desde cuándo el lánguido lamento
fue tu copla predilecta?
¿desde cuándo el fracaso tu cilicio?
¿desde cuándo las fraguas forjan llanto?

Sal poeta del marasmo de tu angustia
y rasga el ansia insolente que te asfixia
hasta ampliar el horizonte de tu pena
y abrir un nuevo frente de batalla,
porque, al igual que ayer, hoy
veinte mil niños morirán de hambre.


© Antonio Urdiales Camacho ~ 10/2006

domingo, 5 de septiembre de 2010

Aquel amor


















No me quedan silencios que callarme
ni palabras calladas que decirte.

Sólo ese orgullo estoico que padeces
me sostiene amarrado en tu memoria
y arrastra los grilletes de mi ausencia
por sombras de locura iluminada
camino del cadalso que te obsequio.

Y aquel amor que zarpaba promesas
y abrazaba palabras en el viento,
hoy navega sin rumbo soledades
por estelas plateadas de distancia.

Y aquel amor que huérfano de piel,
un tiempo fue poema y agonía
de la loca locura de mi anhelo,
hoy oscila sin vida, putrefacto,
colgado de la soga de horas negras
que asfixió mis esperas taciturnas,
la certeza de ser lo que esperaba
y el dolor de inventarte cada día.

Y aquel amor indómito y salvaje
que incendiaba hasta el verde de los pastos
a orillas del arroyo en el ocaso
o inventaba coartadas al silencio
hoy invita a las larvas de mi olvido
a un macabro festín con tu recuerdo.

© Antonio Urdiales ~ 10 de octubre de 2008

martes, 17 de agosto de 2010

Jugando a rimar





















Los ardores de mi tía Marta


Cierto día, mi tía Marta,
retorcida y quisquillosa
desde que ya no la acosa
Thunhanthón con sus dos cuartas,
dicen que escribió una carta
de su puño y letra, en prosa,
harto dolida y quejosa
porque no haya quien comparta
las mieles de sus delirios.

Y dicen que la envió
al Cielo, que se llevó
a aquel cirio entre los cirios,
a aquella gloria de nardo
al infierno de los lirios,
al mejor de los egipcios,
a aquel Thunhanthón gallardo,
que era maestro en el oficio
de tapar sus orificios
con la furia de un leopardo.

La carta en sí era un poema
por las cosas que ponía.
Os contaré qué decía,
aunque es algo verde el tema:

En su súplica exponía,
que el alma llena de pena
tenía desde el triste día
en que su cueva vacía
se dormía y se amanecía,
porque ni una berenjena
visitaba su alacena...
Que ella de ardor se moría
porque la sangre la hervía,
y que siempre estaba llena
de picores todo el día.

El cartero, muy astuto,
al ver el destinatario,
por no llevarla al vicario
-quién el sexto mandamiento
le recordaba a diario-
abrió la carta al momento,
y enterado del evento,
dio acomodo a su atributo,
y aunque era sexagenario
quiso hacer de intermediario;
miró para el horizonte
y puso rumbo a la casa,
donde mi tía se abrasa
porque ya no hay quien la monte.

De las cosas que ocurrieron
después de aquestos sucesos,
no hablaré, que sería exceso,
mas parece que vivieron,
dando juego a la cintura,
unos meses de locura,
que fue, según el tendero,
lo que dio de si el cartero
hasta que un día sepultura
fue a darle el sepulturero.

Recién llegada del duelo
mi tía escribió otra carta
dándole gracias al Cielo
por dolerse de su anhelo,
más le pidió -¡qué lagarta!-
que el cartero que reparta
sea más joven y más fiero.

Y así mi querida tía,
una carta cada día,
en cuanto acaba la misa
lleva a correos y, sin prisa,
esbozando una sonrisa
y con pose de modelo
pregunta de un modo artero
al nuevo y joven cartero
por ver si pica el anzuelo:

¿Tienes algo para mi,
apuesto y joven cartero,
extraviado por aquí,
que me haya enviado el Cielo?

© Antonio Urdiales ~ Mayo de 2003

martes, 3 de agosto de 2010

Buenos días, silencio

















Cuando apenas si le quedan sombras a la aurora
ni minutos al reloj que me condena,
eternamente traviesos,
danzan los arpegios del silencio
por las cuerdas vacías del pentagrama.

Otra derrota más
que se derrama por el folio en blanco
en este ocaso ambiguo, sin linternas,
bajo este mismo cielo de soles eclipsados
que va difuminando en sombras la noche
mientras que por el sur de nuestra vergüenza acomodada
el hambre sigue borrando la sonrisa de los niños
y Gea, enfadada y vengativa,
derriba los tímidos corsés que la imponemos,
mientras mis musas se quedan atrapadas
en la espesa telaraña del ensueño
y el verso, casi siempre esquivo,
hoy, de nuevo, es utopía de ideales
que conjugo en futuro imperfecto
y que, embriagado en la tensa espera taciturna,
termina ahogado en su propio vómito.

Pero incansable el tiempo,
se columpia lúdico del péndulo
y marca el paso que disipa la existencia,
mientras desgrana sus tic-tac en soledades,
que naufragan en el mar embravecido
de este invierno encallado en su cruda crudeza,
y que a base de lodos, catástrofes y muertos,
no repara que por aquí,
por los juzgados corruptos de esta España nuestra,
se celebra un aquelarre vergonzoso
mientras que, ajena al frío,
a su deber y al deseo de todo un pueblo,
detrás del llanto lánguido de los cristales,
la justicia también se prostituye
y permite que los jueces,
al igual que ocurre con las putas,
le vendan a cualquiera sus favores.

Una tenue luz de amanecida
va difuminando la ventana en las paredes
y acelera los tic-tac que galopan irreverentes
por los surcos sudorosos de mis ansias,
mientras el eco agrandado de sus pasos
atraviesa el mutismo gregoriano de los claustros
y me golpea sin piedad los tímpanos
para saltarse a la torera mis angustias.

Continúa amenazando lluvia por los cerros
y por la vida seguirán los huracanes
sin que podamos realizar el exorcismo que nos salve.

Juguetón se asoma el sol tras una nube
y recojo mis últimos despojos,
tic-tac, que se derraman
como lágrimas dolientes del deseo,
sudarios que amortajan la esperanza.

Buenos días, silencio.

© Antonio Urdiales – Marzo 2010

sábado, 10 de julio de 2010

La voz del poema








Sólo la cobardía,
amparada en razones de ridícula existencia,
envuelta en tules de servil sonrisa,
grita para adentro su silencio
hacia donde el rencor
nutre ideales de venganza.

Pero yo ya agoté
todas las venganzas en la espera
y no me queda cobardía en la palabra.

Malgasté tanta tinta,
en comodidades caducas
en quiméricas metas conquistadas
y en fingidos horizontes superados,
que falseé la felicidad añorada
disfrazando de orgullo vanidoso
lo banal de los premios obtenidos,
harapos mezquinos
de mi estoica subsistencia.

Pero por dentro, rasgados,
sangraban los párpados desnudos
del gemido brutal de mi derrota.

Hoy cierro ante el mundo, por derribo,
la galería del cinismo conveniente,
los escaparates que me anunciaban
invicto triunfador de mis miserias
y, una vez saldado el egoísmo a un usurero,
hago regresar mis pasos por la senda
para volver la mirada a lo importante.

Porque –podéis creerme–
ésta es la única verdad:
Sólo la libertad grita hacia afuera.

Por ello, os anuncio que he vencido,
que dejaré cargado de ilusiones
mi mensaje en las conciencias denostadas,
denunciaré con voz firme vuestra farsa,
y mi trova libertaria, como un grito,
se hará eco en el viento que amanece,
despertará las conciencias que dormitan,
y sembrará de nuevo entre los pueblos
un canto de esperanza en la utopía.

Vuestro poder, herido de egoísmo,
pretendiendo acallar vuestra conciencia,
intentará silenciar mis versos tras los muros
acusándolos, tal vez, de terroristas,
pero el eco de mi grito estará vivo
allá por donde el viento se propague
y con él, también yo, os lo aseguro,
enfrentaré la tiranía y seré libre.

© Antonio Urdiales ~ Octubre de 2003

viernes, 2 de julio de 2010

Como una maldición














Apagado el candil que hizo de estrella,
con pies de polvo, entre guijarros,
caminamos un tiempo a tropezones,
como esas hojas hastiadas de verano
que arrastra a su capricho el viento impetuoso.

Después,
como una maldición,
algo se interpuso en tu camino
y como se pierde el aliento con la muerte
entre silencios
terminaste por perder las huellas de mis pasos.

Durante un tiempo, mi sueño,
por los márgenes del viento,
deliró un gesto tuyo, una sonrisa
que no deshojara margaritas
ni viniera envuelta en celofanes,
que se acercara a mis miserias
con labios de fuego sin pijama.

Pero fue en vano la espera,
el otoño caducó la hoja que hoy
se arrastra por el suelo putrefacta.

Mas no te apures, amor esquivo,
que no es verdad que no te eche de menos,
porque aún espero que vengas a leerme
y te busco en cada instante que me evitas.

Mas si vieras que salpicado de nostalgia
mi árbol se derrumbara humedecido
no pienses bruja idolatrada,
que lloro tu ausencia ni un instante;
será, tal vez, que juguetón el sol
ha osado herirme las retinas
y la savia me rebosa por los ojos.

© Antonio Urdiales ~ 3 Noviembre 2003

viernes, 18 de junio de 2010

Así, entre nosotros




Confirmaron las runas su tétrico presagio
y nada aconteció como auguraban los sueños.

Hoy, harto de mentirme por arenas vagabundas,
me siento al relente del raso de la noche
y medito al pairo del rocío de los párpados
si partir en verdad fue necesario
si en verdad fue imprescindible tanta ausencia
porque así, entre nosotros,
nunca hallé Eldorado de encontrarme.

Y aunque al regresar los pasos
jamás coincidan con las huellas de abandono
que en mi locura apresurada dejé al partir,
ni mis palabras encuentren un lugar junto a tu oído,
ni tan siquiera una mirada furtiva
sonroje estos versos indolentes,
desnudo de silencios arraigados,
que desvelan poemas imposibles,
retornaré por senderos de locura
hasta el sol de tus laderas, complaciente,
porque ya no puedo contener más este ansia,
ni aguantarme la mirada sin romperme,
sin que se muestre tu rostro en mis pupilas
y deguste tu aliento con mi boca
mientras me nombras el más canalla de tus dulces
y te haces miel entre mis brazos.

Porque, así, entre nosotros,
reconozco que siempre me espantó el silencio
que no soporto la soledad de mi sombra en las paredes
y que me asfixia el azogue envenenado
de la callada y lisa voz de los espejos.

© Antonio Urdiales Camacho ~ Febrero 2010

viernes, 7 de mayo de 2010

Quiero hablar de ti y de mí

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De nuevo, recojo los escombros de mi voz rota
para hablar de ti y de mí, ahora que duermes,
cuando la palabra cansada que te habita
se ha quedado dormida entre nosotros
y yo velo tu desnudez entre las sábanas,
y me abrazo dulce al tibio aroma de tu cuerpo
para no molestar los sueños que te ocupan.

En estas horas peregrinas de recuerdos
y en este silencio terco de soles y susurros,
antes de que el sopor me nuble la memoria
pero después de que haya cantado el gallo por tres veces,
no voy a fingir más fortaleza que la justa,
para confirmarte que a pesar de que piensas lo contrario,
nunca he tenido la dureza del topacio,
que como tú yo también a veces me derrumbo,
y que ante el beso asesino de la vida
camuflo tras la sombra oscura de un silencio
el fracaso avergonzado de seguir navegando a toda vela
por laberintos sembrados de dogmas ya inventados,
aunque siempre a favor del vértigo natural de mis arterias,
lo que a menudo me obliga a bogar contra corriente.

Hay veces, también, a qué negarlo,
que el cansancio me horada las entrañas,
y el temor de no haber llegado hasta tu meta
se hace pálpito y se funde con mi aliento
cuando siento que hasta mis dioses abatidos,
reculan ante la duda de su instinto
y han perdido ya su eternidad en el paraíso.

Y ahora, cuando un eco de deseos incumplidos
comienza a difuminar el horizonte inaccesible,
quiero hablarte así, de mente a mente,
del poso de dolor que oculta mi sonrisa,
erosionada por soles eternos en la brega
intentando evitar ser náufrago en las olas
de este océano bravucón e indescifrable que es la vida,
y pedirte perdón por obsequiarte, quizás, tanto desengaño,
tal vez, porque a menudo aposté mi resto a una jugada,
cuando el futuro es siempre tahúr experto
que invariablemente juega con los dados cargados,
o, tal vez, porque en la eterna ceguera de mi suerte,
un eclipse de sol me negara la luz en mi viaje
y aún no haya podido bajarte la estrella prometida.

Mas no quisiera desnudarme sólo a medias
ni dejar escondido en las sombras de lo inconcluso
ningún resquicio por donde la duda asome sus quimeras,
que es hora ya de agradecerte, sin ambages,
que el dulce equilibrio de tus pétalos sutiles
aromara con su encanto la locura juvenil
que se saltaba a la torera mis trincheras,
la sinceridad de ser tan tú como tú eres,
los dos rayos de sol con que alumbraste nuestras vidas
y las infinitas dulzuras que sembraste
por los surcos desbocados de mi instinto.

Pero llega el momento de plegar velas
y abandonar el sereno mar de los recuerdos,
que regresa el alba a insuflar vida a los sueños,
a conquistar el reto oscuro de las chimeneas
y a pintarles color a las petunias en el parque.
Por el aire renacen nuevos lamentos de campanas
y el milagro del día a día vuelve a hacerse cotidiano
mientras que yo, por defender mis rincones derruidos,
dibujo, sin complejos, a partir de tu aroma la sonrisa,
recargo, sin pereza, una vez más mis sueños de esperanza
y acorto, sutilmente, la distancia en el abrazo,
que es terca la razón esta de amarte
y la tristeza nunca resistió, al menos en mi caso,
los cálidos embates del deseo.

Buenos días, amor.

© Antonio Urdiales Camacho ~ Mayo 2010

domingo, 21 de marzo de 2010

Hoy no (Poema para el Día Mundial de la Poesía)




Cualquier día de estos callarán mis versos,
pero todavía no.

Porque hoy supuran los verbos sin misterios
por el filo de mi lengua crotaliana,
y el miedo repelente y los lamentos
se esconden aún más lejos todavía
de la distancia que impone la estrategia
de ese tiro de piedra que se enfrenta valeroso
a la mirada asesina de las balas,
intentando impedir a pecho descubierto
que el ansia expansionista que atesora
el dios de los demonios con kipá,
les siga empujando hacia la nada
y que sus casas sigan sucumbiendo
entre los dientes de acero de bulldozers
que parieron los llantos excesivos
en el sombrío muro de las lamentaciones.

Tampoco callaré lo que otros callan
intentando excusar lo inexcusable
y aunque salten las alarmas de los templos
porque he robado las llaves al silencio
y he profanado la puerta de la celda
donde mantienen secuestrada a la palabra,
hablaré del apetito indefinible y enfermizo
de aquellos pederastas que amparados
en el poder del silencio de los claustros,
o en la oscura virtud de sus sotanas,
abusaron de forma sistemática y canalla
de multitud de niños inocentes en colegios
sin que el Papa o sus réprobos ministros
levanten la voz desde sus púlpitos
o excomulguen a nadie de los suyos.

Cualquier día callarán mis versos, sí,
pero todavía no.

© Antonio Urdiales ~ 21 Marzo 2010

sábado, 6 de febrero de 2010

Poco a poco






Como heridas de plomo
las alas de los ojos,
le fueron anclando la mirada a la ventana
y el jilguero alegre de su verbo,
-amante natural desde la infancia-
con el vuelo derrotado de horizontes
acabó prisionero taciturno
en la oscuras celdas del silencio.

Aún decía mi nombre en el ocaso
y me preguntaba por ti, Josefina,
cuando abrazada dócilmente a su letargo
con ese paso cansado del regreso
fue rompiendo los lazos afectivos
que la unían a un presente desbocado
y retornó por hebras de recuerdos
a la eterna espera del amado
ante la puerta de una cárcel donde,
vencido en la guerra, se pudría el terror
al chirrido letal de los cerrojos al amanecer;
o a las fabricas de un París almidonado
donde emigró su hambre adolescente
y donde la alegría de su hermana
acabó agonizando bajo las ruedas de un coche;
o hasta la plaza polvorienta de su pueblo
donde quizás le diera el primer beso al esperado,
sin entender por qué a este lado de su vida,
inflamado del enraizado amor de hijo que me habita,
un desconocido abría la puerta de su intimidad
y le atusaba sus cabellos plateados con paciencia
o abrazaba con ternura sus momentos del pasado,
y en su ceguera
le daba cariñosos besos a su infancia.

Y poco a poco,
como se evade la fragancia de un aroma,
el paso ágil de su sombra
fue dejando de dibujarse en las paredes
y se fue disponiendo para el sueño,
amarrada a una silla de ruedas, primero,
y anidada entre sábanas, después,
hasta que el aliento,
una vez marchita la esperanza,
comenzó a divorciarse del deseo
y sin ruido alguno, como fue su vida,
gastó su último suspiro,
tomó su tren hacia su noche
y se hizo recuerdo eterno en mi memoria.

A la memoria de quien el Alzheimer me fue robando poco a poco, mi querida madre.

© A.U.C. ~ 22 Enero 2010

A VECES

    A veces, sólo a veces, entre los brazos nerviosos de la espera, mientras surfeo soledades por las áridas dunas de mis pesadillas...