martes, 30 de noviembre de 2010

Mar adentro





Cuando el sol descienda enrojecido
y atrevido se salte el horizonte
derrotada de ausencia
regresarás hasta la arena en penumbras
que esculpió la ardiente desnudez de nuestros cuerpos
y que la espuma borró tras mi último silencio.

Cansada de soñar fuera del tiempo,
escarbarás en la brisa
por si prendido en los flecos de su aroma
trajera algún atisbo de mi esencia
y escucharás atenta el lánguido lamento de las olas
por si surfeando silencios
te llegara el canto lejano de mi abismo.

Mas, ya, nada te hablará de mí,
ni el sol, ni las gaviotas,
ni la arena de la playa, ni las olas,
ni siquiera el húmedo gemido
que lloroso susurra el acantilado
te llevará el eco mudo de mi voz rota.

Tampoco el pálpito fugaz de las estrellas
que se inventan estelas de luz
donde dejan sus huellas tus deseos
serán senderos que anunciarán mi regreso,
porque, en la soledad donde habitará mi sosiego,
no se le abren nunca caminos al regreso.

Sólo el pálido silencio de la Luna
sabrá de mi epitafio mar adentro.


© Antonio Urdiales Camacho ~ Noviembre 2010

viernes, 19 de noviembre de 2010

Era Octubre






¿Recuerdas?
                           Era Octubre...

En aquel banco del parque
distraías tu silencio
absorta en las piruetas increíbles
que dibujaban al caer
las hojas caducas de los álamos,
cuando sangrante de ocaso
agonizaba la tarde.

Aún abierto, sobre tus manos
un libro acomodaba su enjundia,
al tiempo que sus palomas mensajeras,
esperando ser despertadas,
hurtaban su mensaje mansamente adormiladas
en la dulce templanza
de los nidos de sus páginas.

El tiempo
arrastraba su tedioso latido por la esfera,
y yo, abrazado a mi soledad,
satírica sombra de mi ausencia,
abstraído en el instante,
paseaba mis guerras perdidas,
mientras que asidos al aroma dulzón
del tabaco de mi pipa,
se me iban durmiendo los sueños.

Nos miramos y
como abeja a la flor
una tímida sonrisa
vino a libar en tus labios
y sembró de perlas la brisa.


Era Octubre
                    y eras tú...
                                       ¿lo recuerdas?


© Antonio Urdiales ~ Octubre 2006

jueves, 4 de noviembre de 2010

Buenas noches, tristeza





Al caer la tarde
languidece la sonrisa de las flores.
Somnolientos los gorriones en sus nidos
ahuecan el plumaje y acallan su algarabía
mientras sueñan con eternas primaveras
o con campos de alpiste interminables.

Es esa hora transgresora,
del aroma fresco de la hierba,
que desciende del monte por el valle
y se mezcla con la brisa perfumada
por la esencia del maíz o de la alfalfa;
del trovador susurro del riachuelo
que evaporado de soles
divaga anhelando lunas
espejeando soledades de oro por el valle,
humedeciendo las ternuras de mimbrales y junqueras.

Desde la cúspide del suspiro
la luz se derrama a dos colores
sobre el tapiz de un horizonte que se esconde
dibujando sombra en los canchales
y sembrando sosiego en el alma, de tan bella.

Es la hora serena del encanto
del croar amoroso e insistente
de las ranas en las charcas
o el monótono canto de los grillos.

La hora relajada del anhelo,
de la espera taciturna de una ausencia,
del baño cotidiano de memoria
que obliga a bucear por los recuerdos
tras constatar la rutina del fracaso,
esa hora, en fin, donde al pairo de los recuerdos
se rumian callados los quebrantos
o se mascan los gritos al desgaire
porque el pulso triste del latido
tensa las cuerdas del pecho
y le arranca un suspiro al inconsciente
mientras siembra humedad en las pupilas.

Buenas noches, tristeza.


Antonio Urdiales Camacho ~ Junio 2003

A VECES

    A veces, sólo a veces, entre los brazos nerviosos de la espera, mientras surfeo soledades por las áridas dunas de mis pesadillas...