miércoles, 3 de octubre de 2012

Esos malditos bastardos



 
 
 

Ved que entenderme es muy sencillo,

basta con saber que hay veces

que las palomas del tiempo me sobrevuelan nostalgias

y que a pesar del riesgo de convertirme en estatua de sal,

irreverente siempre,

a través de las tortuosas sendas del olvido

regreso la mirada y voy exhumando  recuerdos 

hasta llegar a aquel tímido rincón

que cada día, al morir la tarde,

se escondía del fulgor de las farolas

y donde yo comenzaba a descifrar la noche

a través del brillo enamorado de unos ojos

mientras mis manos coquetas

dibujaban arabescos en su espalda,

y los besos se bebían poco a poco el temblor

del lamento apasionado de los suspiros.

 

Otras veces, romántico empedernido,

regreso la mirada a mis angustias,

y capitán corsario, en mi barco de papel,

navego suburbios laterales de cansancio

hasta la orilla de sal de mis desvelos

para desembarcar, ilusionado, mi distancia

hasta la cercana lejanía de un ayer contestatario,

cuando el miedo sometido,

que mascullaba por lo bajo su derrota,

todavía deambulaba las aceras

o se pudría tras las frías rejas de las cárceles 

(crueles purgatorios doctrinarios)

y los jóvenes,

armados solamente de utopía,

conquistábamos la calle puño en alto

exigiendo amnistía y libertad a los tiranos.

 

Sí, por aquel entonces

logramos amortajar la oscuridad de nuestros miedos

y luchar para salir del gris y darle color al horizonte.

Pero aquellos, sin duda, eran otros tiempos…

 

Hoy,  cuando la corrupción es la savia del poder

y el acomodo se nos ha instalado en las arterias,

hoy que los poetas,

que eran la voz del pueblo,

se han suicidado de indiferencia

en los abruptos acantilados del silencio,

hoy cuando el que se decía dios omnipotente,

el mismo que incapaz de arreglarnos ésta

se  nos ofrecía como solución para la otra vida,

yace corrompido entre oropeles,

los nuevos y todopoderosos dioses inventados,

los mercados,

esos malditos bastardos,

le sacan brillo a la cruz gamada,

mueven los hilos de nuestros corrompidos dirigentes de trapo

y nos envían sus innovadoras plagas bíblicas

en forma de primas de riesgo, paro, recortes, miseria y hambre.

 

Y yo que nunca fui capaz de suicidarme

porque prefiero luchar por algo digno

desempolvo una revolución,

que guardaba por si acaso,

en los bolsillos del que me late

siempre a la izquierda del pecho

y me dedico a escribir en mis papeles

para lanzar a los cuatro vientos este grito de indignado,

que no poema,

porque como bien sabéis

la indignación no requiere de florituras.

 

¿Véis como no es difícil entenderme?

Soy tan simple...

 

 

© ~ Antonio Urdiales - 25 Septiembre 2012

sábado, 1 de septiembre de 2012

Es posible







Es posible, tal vez,

que la paciencia, como el agua,

se me escape a canales entre los dedos,

que los himnos de libertad me latan en las sienes,

que ya no soporte el brutal desenfreno de los mercados

ni la estulticia insuperable

de los amputadores de ilusiones que nos gobiernan

y de la casta acomodada que los sostiene,

que mi corazón grite basta con cada latido

y la razón me diga que ya está bien,

que no espere más

porque la hora, amigos, es ahora.

 

Es posible, también,

que los que se confiesan adeptos del "no sabe / no contesta"

sean sólo mentirosos compulsivos

y que los cantos de sirenas de los telediarios

atraigan las naves, de los Ulises acomodados, a su escollera,

pero yo oigo los gritos de las tumbas

que les abren cada día

a los sueños derrotados por el paro,

o el llanto desolado de las escuelas torturadas

por la sierra inquisitorial de un decreto ignominioso y elitista,

o el desgarrador grito de una sanidad mutilada

por el bisturí caprichoso y delincuente

de una casta política corrompida hasta la médula,

pero también oigo,

en contraposición a la indignada indignación de otros,

el silencio cómplice y cobarde

de unos jóvenes que amortajan su futuro

atrincherados en la resaca de unos botellones

que agostan su incipiente primavera,

sin pensar que entretanto

bucaneros impecablemente vestidos de Armani

les roban el horizonte a sus miradas.

 

Es posible, quizás,

que todo esto sean sólo elucubraciones

de este loco alfarero de versos,

de este inadaptado antisistema

pero de lo que no existe duda alguna

es de que éste también es un poema de amor

que no es capaz de olvidar

las mañanas conquistadas con esfuerzo

a la negra noche enloquecida,

y hoy deberíamos saber que

o alguien se sube a la locomotora

y pone este puñetero tren en marcha

en busca de nuevos amaneceres

donde recolectar el néctar de los sueños

o el andén se nos acabará llenando, sin remedio,

de famélicos muertos de hambre.

 

© ~ Antonio Urdiales ~ 2012

lunes, 20 de agosto de 2012

Los gritos del silencio







 

Hoy el alma se derrama en pena,
 
rebosa horizontes perdidos,
 
fríos universos de silencios
 
que me gritan mudos tu abandono.
 

¡Qué engañoso es este mundo!
 
¡Qué equivocado está aquél
 
que embriagado del néctar de Venus
 
se sueña eterno en memoria ajena!
 

Que es la memoria olvidadiza,
 
inconstante, traviesa y despistada,
 
que gusta de regresar a la nostalgia
 
para acabar perdida entre las brumas
 
que ciñe al manglar de los recuerdos.
 

Presumida, a veces hilvana sueños
 
que envuelve en nubes de olvido,
 
o teatrera e ingeniosa,
 
juega a desandar el calendario
 
regresando el tiempo en los relojes
 
para soñar arcanos de posibles
 
que nunca fueron tales.
 

Pero hoy, traidora y cruel,
 
juguete vengador de la añoranza,
 
hurga entre espinas enquistadas,
 
desempolva angustias relegadas
 
a la oscura sepultura del olvido
 
y viola, insaciable, mis recuerdos
 
para lanzarme sin piedad
 
al abismo mortal de tu silencio.

 

© Antonio Urdiales ~ Talavera de la Reina

domingo, 6 de mayo de 2012

Poco a poco (Poema para el día de la madre)







Como heridas de plomo,
las alas serenas de sus ojos
le fueron anclando la mirada a la ventana
y el jilguero alegre de su verbo
-amante natural desde la infancia-
derrotado ya el vuelo de horizontes,
acabó prisionero taciturno
en las celdas oscuras del silencio.

Aún decía mi nombre en el ocaso
y me preguntaba por ti, Josefina,  cuando
abrazada dócilmente a su letargo,
con ese paso cansado del regreso,
fue rompiendo los lazos afectivos
que la unían a un presente desbocado
y retornó por hebras de recuerdos
hasta la eterna espera del amado
ante la puerta de una cárcel donde
-vencido en la guerra- se pudría el terror
al chirrido mortal de los cerrojos al amanecer;
o hasta las fabricas de un París almidonado
donde emigró su hambre adolescente
y de donde tuvo que regresar
cuando la traviesa alegría de su hermana menor
acabó agonizando bajo las ruedas de un coche;
o hasta la plaza polvorienta de su pueblo
donde quizás le diera  el primer beso al esperado,
sin entender por qué, en este otro lado de su vida,
inflamado del enraizado amor de hijo que aún me habita,
un desconocido abría la puerta de su intimidad
y le atusaba sus cabellos plateados con paciencia
o abrazaba con ternura sus momentos del pasado
y en su ceguera,
hasta le daba cariñosos besos a su infancia.

Y así, poco a poco,
como se evade la fragancia de un aroma,
el paso ágil de su sombra
dejó de dibujarse en las paredes
y se fue disponiendo para el sueño,
amarrada a una silla de ruedas, primero,
y anidada entre sábanas, después,
hasta que el aliento, carcomido de esperanza,
comenzó a divorciarse del deseo
y sin ruido alguno, como fue su vida,
gastó su último suspiro,
tomó su tren hacia su noche
y se hizo recuerdo eterno en mi memoria.

© Antonio Urdiales Camacho


En recuerdo de quien el Alzheimer me fue robando poco a poco, mi querída madre.

jueves, 8 de marzo de 2012

Poema para el día de la mujer: Qué lejos quedaba la sonrisa







De sentimiento a sentimiento
como dardos impregnados de veneno
volaban sin descanso los insultos
intentando derribar las murallas del contrario.

De pronto, en parábola perfecta,
le llegó el primero. Sobre un ojo.
Fue el que abrió una grieta en sus defensas
y vistió de luto riguroso su arrebato.
Bastardos de los celos y la ira,
implacables cirujanos de su arrojo,
fueron cayendo uno tras otro,
hasta extirpar poco a poco su entereza
y barrenar la fuerza de su instinto.

Entre borrascas de alcohol,
disculpas mendigadas y perdones concedidos,
hubo tantas tormentas cada año
y eclipsaron el sol a tantos días,
que su miseria acabó acostumbrándose
a un cruento genocidio de promesas,
a esconder el temor en su mirada,
al estruendo del puño en pleno rostro,
al eléctrico escozor de la piel tras cada cintarazo
o al lúgubre crujido del zapato contra el hueso.

Sólo el pavor a las irascibles consecuencias
y la sumisa moral educativa
inseminada en colegios religiosos,
lograron que no aireara al mundo
el amargo dolor de su fracaso
y que aprendiera a arrebujarse en su defensa
intentando que los golpes dejaran menos marca,
sin encontrar jamás una válvula de escape.

Qué lejos quedaba la sonrisa
de aquella fotografía donde vestía de blanco
y cuánto odiaba ahora aquel momento.

La felicidad es una utopía inalcanzable,
se repetía día tras día,
olvidando en su ceguera que el horizonte
no terminaba en el umbral de su puerta
y que sólo un paso más allá
siempre hay un tren esperando
con parada obligada en la estación Esperanza.

Mas cuando quiso reaccionar ya fue tarde,
llevaba asimilado hasta la médula
el mordisco de la muerte en cada golpe,
el espanto de los lirios en el rostro,
el pavor atravesando las pestañas,
y la sangre gritando a borbotones
su cálido y húmedo escalofrío
por los huecos de veinte cuchilladas.

Ni siquiera alcanzó a oír
el seco sonido de la muerte
al golpear la acera con su rostro.


© ~ Antonio Urdiales Camacho


Muchas felicidades, mujer, por el mero hecho de ser mujer, y como ellas, las maltratadas, también lo son, permitidme que me acuerde de ellas precisamente en su día y suba este poema de nuevo.

domingo, 4 de marzo de 2012

Paseando mi derrota por tu acera










 
Si algún día, mujer,
tras ese tímido pudor de adolescente
que engalana la madurez de tus mejillas,
te hallaras agotada de fingir
que no me has visto arrastrar
por tus aceras mi derrota,
y en un asomo de  serena cordura
decidieras, así, como al descuido,
desterrar el orgullo que me calla
y abrirme las fronteras de tus ojos,
verías que, mientras tú te mientes
la excusa doliente que me evade, yo,
por prevenir la espontaneidad
de abarcar tu cintura con mis brazos,
decido hacer callar mis manos
tras el frío desdén de los bolsillos,
y para evadir las ansias locas de besarte,
sin más testigos que mi fiel silencio,
hago sangrar mis labios con los dientes.
 
© ~ Antonio Urdiales ~ 12 de Noviembre de 2011
 
 
 

domingo, 5 de febrero de 2012

Excepto amarte olvido tantas cosas






Ya sé mujer que una vez más
excepto amarte he olvidado tantas cosas
que merezco el tierno reproche que me ofreces, pero…


Qué le iba a hacer,
si como desertan con el primer sol de amanecida
los besos paganos de una noche trasnochada,
entre relámpagos fugaces de iluminada locura,
corroídos de tiempo y a hurtadillas
se me iban evadiendo los silencios
y con ese aroma sereno a pan recién horneado
las palabras comenzaban a alimentar mis manos…


Qué le iba a hacer,
si desde ese fondo que nunca nos muestran los espejos,
desde esa otra sombra sin rostro
donde se ocultan silentes los inversos
que acaban dándole sentido a la carne,
al cálido sol de la paz serena del estero,
arracimados entre la verde grama,
comenzaban a florecerle los verbos a mi pluma…


Qué le iba a hacer,
si desde ese ansia de tinta
que me hormiguea quisquillosa entre los dedos,
o desde este dolor de páginas aún no escritas
que me sacude las ternuras del ensueño,
o, tal vez, desde esta angustia de silencios que padezco,
ebrios de noche y luna amartelada
y aglomerados como en pateras de papel
se me hacían a la mar los versos,
mientras que entre los picos seráficos
de eclécticas palomas mensajeras
me llegaban aromas sutiles de metáforas
sometidas a la geometría definida de tu nombre.


Qué le iba a hacer, amor,
si como manantial en el desierto
palmerales de sueños perfilaban mi orografía
y los verbos como lava candente
emergían de la profundidad de mi subsuelo
hasta la nívea llanura del folio en blanco,
y en el impúdico escalofrío
de esa luna nueva que amanecía
se me había llenado de soles ardientes la noche
y embebido en la liturgia esta de amarte
las palabras me nacían a raudales
y no pude evitar soñar que era poeta.


Ya, ya sé mujer que, cada día,
excepto amarte, olvido tantas cosas…




© ~ Antonio Urdiales ~ 08 de Noviembre 2011

miércoles, 18 de enero de 2012

En el norte beduino de mi brújula


 

 

 

 

 




 
Por más que tus cañones furibundos
me horaden a andanadas la memoria
no cavaré trincheras que me oculten
ni rendiré al olvido mis palabras
sin defender hasta el último verbo mi estandarte,
porque en la fragua donde alienta mi esperanza
jamás  forjé almas de cántaro
y siempre mantuve un sueño inalcanzable
con su brillo incandescente refulgiendo
en el norte beduino de mi brújula.

 

Voy a luchar contigo sin cuartel,
y romperé, sin más, cada tregua que propongas,
hasta arrancarte de mí o tú me arranques,
que nunca fue papel mojado mi entereza
ni frente a ti mis manos serán jamás de barro,
que sin miedo a los terrones de la vida
siempre me he asido  fuerte y recio
al vértigo impenetrable  del arado riguroso,
intentando horadar los surcos rectos y profundos,
siempre con el horizonte como meta
persiguiendo sin descanso eso que algunos,
casi siempre los que mandan, llaman utopía.

 

Te enfrentaré cada aurora y cada ocaso
y velaré mis carencias por si aumentan,
tutelaré cada rostro conocido, cada recuerdo, cada beso,
mimaré cada metáfora, cada verso,
y me tragaré sin temerte cada angustia
que no me iré de aquí, traidor Alzheimer,
sin presentarte batalla hasta mi último silencio.


 
 
© Antonio Urdiales Camacho ~ 2010


 

A VECES

    A veces, sólo a veces, entre los brazos nerviosos de la espera, mientras surfeo soledades por las áridas dunas de mis pesadillas...