
Cuando la luna se esconde
se recoge el silencio de las sombras
que han lamido los aullidos de los perros.
Casi sin estruendo,
musitando apenas,
gemidos de un poema inacabado,
y me sirvo la última copa de amargura.
Corsario de sueños imposibles,
el sol del amanecer despeja
los restos del naufragio del delirio
y transborda a su bajel de realidades
el cofre cicatero de un tesoro
repleto de miserias cotidianas.
Derrotadas,
las ilusiones rompen esclusas
y desbordan una lágrima furtiva
que resbala lenta hasta la copa.
Se aprietan los dientes hasta la queja del crujido,
se espantan los quebrantos de las dudas
y la mirada desafía retadora el horizonte.
Temblorosa,
la rutina toma la copa
y la vida,
ardiente de soledad,
se traga en su lánguida miseria
la lágrima y la amargura.
Buenos días, tristeza.
se recoge el silencio de las sombras
que han lamido los aullidos de los perros.
Casi sin estruendo,
musitando apenas,
gemidos de un poema inacabado,
derrumban
agotados
los cimientos
que sostuvieron castillos en el airey me sirvo la última copa de amargura.
Corsario de sueños imposibles,
el sol del amanecer despeja
los restos del naufragio del delirio
y transborda a su bajel de realidades
el cofre cicatero de un tesoro
repleto de miserias cotidianas.
Derrotadas,
las ilusiones rompen esclusas
y desbordan una lágrima furtiva
que resbala lenta hasta la copa.
Se aprietan los dientes hasta la queja del crujido,
se espantan los quebrantos de las dudas
y la mirada desafía retadora el horizonte.
Temblorosa,
la rutina toma la copa
y la vida,
ardiente de soledad,
se traga en su lánguida miseria
la lágrima y la amargura.
Buenos días, tristeza.
© Antonio Urdiales Camacho ~ ® Marzo 2003