
Sólo la cobardía,
amparada en razones de ridícula existencia, envuelta en tules de servil sonrisa,
grita para adentro su silencio
hacia donde el rencor
nutre ideales de venganza.
Pero yo ya agoté
todas las venganzas en la espera
y no me queda cobardía en la palabra.
Malgasté tanta tinta,
en comodidades caducas
en quiméricas metas conquistadas
y en fingidos horizontes superados,
que falseé la felicidad añorada
disfrazando de orgullo vanidoso
lo banal de los premios obtenidos,
harapos mezquinos
de mi estoica subsistencia.
Pero por dentro, rasgados,
sangraban los párpados desnudos
del gemido brutal de mi derrota.
Hoy cierro ante el mundo, por derribo,
la galería del cinismo conveniente,
los escaparates que me anunciaban
invicto triunfador de mis miserias
y, una vez saldado el egoísmo a un usurero,
hago regresar mis pasos por la senda
para volver la mirada a lo importante.
Porque –podéis creerme–
ésta es la única verdad:
Sólo la libertad grita hacia afuera.
Por ello, os anuncio que he vencido,
que dejaré cargado de ilusiones
mi mensaje en las conciencias denostadas,
denunciaré con voz firme vuestra farsa,
y mi trova libertaria, como un grito,
se hará eco en el viento que amanece,
despertará las conciencias que dormitan,
y sembrará de nuevo entre los pueblos
un canto de esperanza en la utopía.
Vuestro poder, herido de egoísmo,
pretendiendo acallar vuestra conciencia,
intentará silenciar mis versos tras los muros
acusándolos, tal vez, de terroristas,
pero el eco de mi grito estará vivo
allá por donde el viento se propague
y con él, también yo, os lo aseguro,
enfrentaré la tiranía y seré libre.
© Antonio Urdiales ~ Octubre de 2003