Llueve
Llueve…
como llueve la ausencia de tu
aroma
por mis mejillas,
con esa monotonía fatal de
aburrimiento
con la que ocurre todo lo que es
irremediable,
o con esa lentitud exasperante
con que el dolor lacera la mente.
Llueve…
como llueven las chispas ya
apagadas
en las brasas cenicientas que me
habitan.
Tras la juguetona humedad de los
cristales,
la luz huye de las sombras
y se arrastra, paso a paso,
hacía el templo oscuro de un
ocaso gris
donde habitan los fantasmas de
un recuerdo,
que se perdió en el olvido rectangular
del calendario.
Llueve…
y en la penumbra,
al abrir la ventana
el aroma a tierra húmeda
se cuela en silencio hasta la
estancia,
excita sin pudor mi pituitaria
y ensancha mis pulmones cuando
inspiro,
pero he perdido el canto
delicioso de los pájaros,
y en este silencio, que no calla,
solo me quedas tú habitando el
pensamiento
y esa balada monótona que
interpreta la lluvia
al caer sobre los charcos.
Llueve…
… Llueve…
….
Llueve...
© ~ Antonio Urdiales – Abril
2022
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