Pero me enterraron tantas
Por aquel entonces, perdonadme,
le sobraba locura a mi cordura
e insomnio a mis mil y un
sueños,
y todavía rebosaba voz el eco de
mis silencios,
cuando vacío como cántaro
sediento
chateaba cada noche con ventanas
sin rostro,
plenas de brisas pegajosas sin
aroma alguno,
que le iban cavando sepulturas a
mis tedios.
Mas como siempre visto de
ilusión al desencanto,
la sombra inquieta de mis ansias
seguía paseando tumbas sin
nombre
por cementerios de olvido
tratando de sembrar sonrisas,
mientras que por las riberas del
aburrimiento
aún me latían capacidades para
el juego
y el ego agrandado de un colibrí
libertino`
amigaba ventanas con su canto
libando mieles virtuales a
destajo
y derribando muros de pasiones
contenidas
en un combate sin tregua de rimas inventadas
que el teclado reproducía en los
monitores.
Mas entre actos florecían
recitales de palabras
historias de vidas concebidas en
mil sueños
que derribaban los muros que
imponía la sospecha
e incendiaban los infiernos
reprimidos.
Mientras que al otro lado oscuro
del misterio,
entre sutiles damas que adoraban
la palabra
y cuya amistad es trigo en mi
pan de cada día,
revoloteaba un enjambre de
palomas
recién liberadas de sus jaulas,
que amparadas en las trincheras
del anonimato,
y sin poder reconocerse en la
penumbra inventada
del otro lado oscuro del espejo,
ejercían de forma clandestina
como trabajadoras a tiempo parcial
de Cupido
y sembraban la noche de besos a
destajo
que repartían entre amantes virtuales desterrados
revestidos de palabras y
desnudos de moral,
mientras soñaban con príncipes
azules
que les llevaran, en carroza de
oro, su zapato.
No seré yo quien defienda, a
estas alturas,
que yo fui un dechado de
virtudes,
ni que intenté nadar contra
corriente,
ni que tal vez no me prendara de
alguna
ni siquiera negaré, sin ser
pedante,
que hasta es posible que alguna
aún me recuerde
pero me enterraron tantas…
© ~ Antonio Urdiales
(Todos los derechos reservados)
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